Misión Niño Jesús (I), Historia Del Proyecto
¿Cómo comenzó la idea de iniciar la Misión Niño Jesús?
Probablemente el principio habría que buscarlo en las fiestas de Halloween de 2012. El Padre Juan y yo llevábamos pocos meses en Arizona y recuerdo que a los dos nos impresionó negativamente ver tantos vampiros, fantasmas, brujas y calaveras en la fachada de las casas. Lo habíamos visto en películas e incluso en Europa esta costumbre se ha extendido considerablemente, sobre todo con muchos niños «que no saben lo que hacen» (Lc 23, 34). Lo que no pude imaginar al llegar aquí era la escala, la magnitud que tenía en los Estados Unidos. Llamadme raro, pero yo no veo la manera de encontrar belleza en ninguna manifestación de muerte, por muy simpática que la hagan parecer. La vida se celebra; la muerte se sufre en unión con Cristo y se padece. La vida es un signo de nuestra inmortalidad futura; la muerte es la huella que el pecado ha dejado en el hombre y en la creación.
Sin embargo, lo que más tristeza me provocaba era el hecho de que Halloween tuviera lugar en la víspera de la Solemnidad de Todos los Santos. Como sacerdote, eso me causó no poco dolor interior: la Santísima Trinidad y la Iglesia nos regalan un día hermosísimo para celebrar el triunfo de los héroes y campeones de nuestra fe, y el mundo contrapone a esta celebración de luz, un aquelarre de oscuridad. Me pareció una jugada macabra: hacer que incluso la gente incluso de buena fe distraiga la atención de la música celestial y maravillosa que cantan los santos en la gloria del cielo, y presten oídos, por el contrario, a las estridentes cacofonías que vienen del ultramundo. Lo siento, pero yo no «compro» eso.
Estoy convencido de que la mayoría de personas que celebran Halloween actúan sin mala intención o sin saber el trasfondo que hay detrás. El mundo nos dice que es algo «divertido». Esa buena fe o esa ignorancia no sirve más que para que la costumbre se perpetúe; para que la gente continúe, año tras año, poniendo «simpáticos» signos de muerte en sus casas. Y yo me dije en el interior del corazón: «Señor, algún día yo pondré imágenes tuyas donde ahora veo monstruos. Si desde este país se ha divulgado una costumbre tan fea como ésta, de aquí saldrá también su réplica, algo que será muy hermoso y te dará mucha alegría».
Ahora bien, si la muerte marca el final de nuestra existencia sobre la tierra (Halloween), el nacimiento es la manifestación más extraordinaria del don de la vida (Navidad). ¿No sería hermoso, entonces, ver al Niño Jesús desde la calle y conquistar así terreno para Dios, en los mismos vecindarios donde antes había signos de oscuridad?
Pensé entonces que el Señor bendeciría estos esfuerzos y que Él hallaría consuelo en una iniciativa de este tipo. La primera motivación fue, por tanto, reparar al Corazón de Jesús. La segunda motivación es la evangelización y la salvación de las almas, aunque de este aspecto hablaré, Dios mediante, en próximas semanas.
Me vino entonces el recuerdo de lo que se hizo en España hace más de 10 años cuando el Gobierno de la nación intentó «secularizar» la Navidad: una época en la que se dejó de poner el portal de Belén en edificios públicos del Estado, se prohibió cantar villancicos cristianos en las escuelas y se comenzó a decir «felices fiestas» en lugar de «feliz Navidad». Mucha gente reaccionó a esos esfuerzos por desacralizar la Navidad, colocando imágenes del Niño Jesús en los balcones de sus casas. Era una manera de reaccionar, por parte de gente sencilla, al ocultamiento de Dios en la vida pública. Era una forma de decir: «si en España muchos se avergüenzan de Jesús, ¡yo no! Si algunos quieren arrancar a Dios de la mirada de los hombres, al menos en mi casa, no sucederá así». Sé por mis padres que esta iniciativa todavía se sigue haciendo, aunque tal vez no con la misma envergadura de entonces, no lo sé.
Eso estuvo en mi corazón desde el 2012 y cada 31 de octubre volvía la moción de iniciar esta misión, como si el Señor quisiera que la comenzáramos. Finalmente, el año pasado, les pedí a mis padres que me ayudaran a encontrar un Niño Jesús que fuera hermoso. Me mandaron varias imágenes que no me gustaron hasta que un día me dijeron: «Don Toribio —el sacerdote del pueblecito donde viven— tiene una imagen muy bonita en la parroquia». Ellos tomaron una foto con su teléfono —pues yo me encontraba aquí en Arizona— y cuando lo vi… fue un amor a primera vista. El 29 de octubre de 2019, con motivo de un viaje relámpago que hube de hacer a España para la renovación de unos documentos, yo mismo tomé la fotografía en la casa de mis padres.
Sé que la imagen nunca ganará un premio Pulizter pero tiene varias ventajas:
- Es muy grande, de manera que se pueden hacer copias de tamaño considerable.
- Es sencilla, y esa sencillez refleja ya parte del misterio de la Navidad.
- ¡El Niño Jesús es precioso! Al menos, a mí me parece hermosísimo, aunque reconozco que soy parcial en este comentario.
Éste es, en pocas palabras, el resumen de la «historia» de este proyecto. Que el Señor haga con él lo que quiera y que nosotros cooperemos con Él para que se haga en todo su Voluntad.
Que Dios os bendiga,
P. Sergio
Fiat Voluntas Tua
publicado noviembre 06, 2020 , Reflections, Missions, Projects