"Que cada uno ponga al servicio de los demás el carisma que ha recibido, y de este modo serán buenos administradores de los diversos dones de Dios." (1 Pt 4:10)
A través del bautismo, nos hacemos hijos de Dios y miembros del cuerpo místico de Jesús. Esto nos hace responsables para buscar el bien del projimo. Sn. Pablo lo dice de una manera más fluida:
"Las partes del cuerpo son muchas, pero el cuerpo es uno; por muchas que sean las partes, todas forman un solo cuerpo. Así también Cristo. Hemos sido bautizados en el único Espíritu para que formáramos un solo cuerpo, ya fuéramos judíos o griegos, esclavos o libres. Y todos hemos bebido del único Espíritu. Un solo miembro no basta para formar un cuerpo, sino que hacen falta muchos.Supongan que diga el pie: «No soy mano y por lo tanto yo no soy del cuerpo.» No por eso deja de ser parte del cuerpo. O también que la oreja diga: «Ya que no soy ojo, no soy del cuerpo.» Tampoco por eso deja de ser parte del cuerpo. Si todo el cuerpo fuera ojo, ¿cómo podríamos oír? Y si todo el cuerpo fuera oído, ¿cómo podríamos oler? Dios ha dispuesto los diversos miembros, colocando cada uno en el cuerpo como ha querido. Si todos fueran el mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero hay muchos miembros, y un solo cuerpo. El ojo no puede decir a la mano: No te necesito. Ni tampoco la cabeza decir a los pies: No los necesito. Aun más, las partes del cuerpo que parecen ser más débiles son las más necesarias, y a las que son menos honorables las tratamos con mayor respeto; cubrimos con más cuidado las que son menos presentables, mientras que otras, más nobles, no lo necesitan. Dios, al organizar el cuerpo, tuvo más atenciones por lo que era último, para que no se dividiera el cuerpo; todas sus partes han de tener la misma preocupación unas por otras. Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos se alegran con él. Ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno en su lugar es parte de él." (1 Cor 12: 12-27)
Este video, realizado por la parroquia de Nuestra Señora de Andacollo en la Zona Centro, nos muestra la relación entre quiénes somos (bautizados, miembros del cuerpo de Cristo) y quiénes estamos llamados a ser (buenos administradores de los dones de Dios)
Hemos visto que un buen administrador es (1) aquél que reza, y recibe los dones de Dios con agradecimiento, (2) cultiva esos dones responsablemente, (3) los comparte amorosa y justamente a través del servicio, y (4) se los devuelve con creces al Señor. Reflexionemos sobre cada uno de estos puntos.