REFLEXIONES SOBRE LA CURACIÓN DE UN LEPROSO (Mc 1:40-45) XV
Ayer mencionamos la importancia de lo que San Ignacio de Loyola llama “composición de lugar” cuando se trata de la meditación de los misterios de la vida de Cristo. En efecto, queremos aprovecharnos al máximo de los tesoros escondidos en el relato de la curación del leproso para poder, de él, sacar luz para nuestra propia vida.
Decíamos que, en un primer momento, por “composición de lugar” podíamos entender la representación imaginativa de la escena evangélica que, con la gracia del Espíritu Santo, nos disponemos a meditar. Debemos ver los detalles del “escenario” en el que se sucede el hecho de la vida de Jesús que estamos considerando.
Para ello, debemos hacer lo que San Ignacio llama “aplicación de sentidos”: tenemos que VER las personas que aparecen en la historia, OBSERVANDO lo que hacen, sus gestos, sus miradas, sus reacciones; OYENDO lo que dicen, SINTIENDO lo que ellos experimentaron, OLIENDO los aromas que ellos respiraban. En este sentido, tenemos que dedicar tiempo a “imaginar” el lugar, los rostros, pensar incluso el espacio en sus detalles más pequeños.
Estos sentidos son “sentidos espirituales” por dos razones: la primera es que, al ponernos en la presencia de Dios en una actitud orante, es el Espíritu Santo el que trabaja en nuestras potencias y el que nos dirige en esa contemplación. Se podría pensar que esta “composición de lugar” es muy artificial porque al tratarse de un ejercicio de la imaginación, nos estamos inventado la escena. La realidad es que LA VERDAD de lo que nos cuenta el Evangelio es recreada en nuestro interior por acción del Espíritu y, por tanto, en esa representación interior ya está actuando la gracia santificante.
Pero además, son “sentidos espirituales” porque son sentidos del alma, no tanto del cuerpo. Sí, hay que VER, ESCUCHAR, TOCAR, OLER, SABOREAR, pero con el corazón y el alma, más que con el cuerpo y, así, San Ignacio nos habla de CONTEMPLAR la fealdad del pecado, o bien OLER y GUSTAR la dulzura del amor de Dios, o sentirnos TOCADOS por el amor de Dios.
Por tanto, esta “composición de lugar” inicial es ya una sinergia entre el uso de nuestras facultades y la moción del Espíritu Santo que deshace siglos de historia y distancias lejanísimas y nos transporta al momento preciso en el que sucedió el acontecimiento bíblico. Es algo divino y maravilloso.
En la secuencia de la curación del leproso, os invito a que hagáis ese primer esfuerzo. Después de invocar al Espíritu Santo, empezad a desplegar el paisaje: ¿dónde tuvo lugar el encuentro entre el Señor y este pobre hombre? ¿En el camino bajo el sol? ¿A la sombra de algún árbol? ¿Cuándo sucedió? ¿En primavera tal vez? ¿Podéis entonces oler las flores del campo? ¿Sentir el viento en el rostro? ¿Escuchar los pájaros cantando? Por otro lado, ¿qué personas hay en el cuadro? El relato nos habla exclusivamente de Jesús y este enfermo pero, ¿están los discípulos también ahí? De ser así, debemos verlos, fijarnos en los gestos que hacen cuando ven llegar al leproso. De manera especial, hemos de imaginar a este hombre enfermo, con la cara comida por la enfermedad, mal oliente, pobre, andrajoso, humillado. Intenta ver su rostro: los ojos apagados, la piel podrida y, reflejado en todo eso, su miedo, su desesperación, su dolor interior y, al mismo tiempo, la esperanza en que Jesús “si quiere” (Mc 1,40), puede curarle.Por supuesto, hay que contemplar sobre todo a Jesús, que es el centro de la acción: sus vestidos, el tono de su voz hermosísima, su porte y, sobre todo, su mirada. El Evangelio de San Marcos es el Evangelio de la mirada de Cristo porque, muchas veces, nos dice la manera en la que el Señor observaba: si lo hacía con ira, o con amor, o con misericordia, o con tristeza, etc.
Esto lo iremos haciendo a medida que vayamos avanzando en el comentario de este episodio pero, como deberes (homework) para hoy, podéis comenzar a pensar en ello. Cuantos más detalles y más cuidado pongáis en esta primera etapa de la “composición de lugar”, más provechosa será vuestra contemplación de la escena porque será mucho más que una siempre reflexión teórica: se hará una experiencia viva, como lo fue para el leproso, que podrá sacarnos a nosotros también de la lepra en la que tal vez nos encontremos.