REFLEXIONES SOBRE LA CURACIÓN DE UN LEPROSO (Mc 1:40-45) XIV
Queremos comenzar a leer el relato de la curación del leproso que encontramos en el primer capítulo de San Marcos. Lo que estamos haciendo estos días tan difíciles en los que al Pueblo de Dios no se le permite acceder a los Sacramentos - especialmente a la Sagrada Comunión-; días en los que por todo el mundo se están tomando decisiones que están afectando las vidas de millones de personas sobre criterios morales que deseamos poner a la luz del Evangelio, es buscar dirección para nuestra vida en la Persona de Jesucristo, en su vida, en su palabra y, particularmente, en este episodio de sanación milagrosa. Quiero pensar que aquí hay un mensaje para nosotros en las circunstancias tan inusuales en las que nos encontramos actualmente.
Como saben muchos de Vds., en sus Ejercicios Espirituales, San Ignacio de Loyola nos presenta un modelo maravilloso para la contemplación de los misterios de la vida de Cristo. Hablando de esta obra, San Francisco de Sales llegó a decir que este libro “había llevado más almas al cielo que letras contiene.” Realmente, ha sido la forja de cientos de hijos de la Iglesia que, en ellos, han hallado luz, fuerza, conversión sincera y santidad. Todo eso porque, a través de ellos, han encontrado a Cristo y en Él, se han descubierto a sí mismos.
Muchos no lo saben, pero el Papa Pío XI escribió en el año 1929 una Carta Encíclica, titulada Mens Nostra, recomendando para toda la Iglesia la práctica de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. En ese documento, entre otras cosas, el Santo Padre escribe:
“Entre todos los métodos de Ejercicios espirituales que muy laudablemente se fundan en los principios de la sana ascética católica, uno principalmente ha obtenido siempre la primacía (…).Nos referimos al método introducido por San Ignacio de Loyola, al que cumple llamar especial y principal Maestro de los Ejercicios espirituales, cuyo admirable libro de los Ejercicios, pequeño ciertamente en volumen, pero repleto de celestial sabiduría, «sobresalió y resplandeció como código sapientísímo y completamente universal de normas para dirigir las almas por el camino de la salvación y de la perfección; como fuente inexhausta de piedad muy eximia a la vez que muy sólida, y como fortísimo estímulo y peritísimo maestro para procurar la reforma de las costumbres y alcanzar la cima de la vida espiritual»
Aquí, no podemos más que permanecer en la superficie de lo que propone San Ignacio, pero retengo importante para la consideración de la curación del leproso que nos ocupa, decir alguna palabra acerca de lo que en los Ejercicios Espirituales se denomina “composición de lugar.”
Cuando meditamos en la vida de Jesús, san Ignacio pide un esfuerzo inicial al ejercitante para que realice este ejercicio de la “composición de lugar.” En un primer sentido, podríamos decir que esta composición de lugar es una representación imaginativa de la escena evangélica que, con la gracia del Espíritu Santo, nos disponemos a meditar. Sin embargo, éste es solo el primer paso de un camino que irá llevándonos más lejos, más adentro, en nuestra contemplación de la Persona de Jesús.
Mañana veremos cómo podemos hacer una “composición de lugar” que nos ayude a asimilar la vida de Cristo y el episodio de la curación del leproso de manera provechosa para nuestras almas. Entiendo que cuanto digamos al respecto será útil para quien escuche o lea estas palabras no solo en este momento, sino también cuando, en el futuro, abra los Evangelio para considerar cualquier otro misterio de la vida de Jesús.