Martes de la V semana de Cuaresma
marzo 31, 2020 12:00 p. m. · Sergio Muñoz Fita
REFLEXIONES SOBRE LA CURACIÓN UN LEPROSO VIII
Nos encontramos en los versículos inmediatamente precedentes a la perícopa de la Sagrada Escritura hacia la que hemos ido orientándonos estos días, la curación del leproso que encontramos en el primer capítulo del Evangelio de San Marcos.
Dicho milagro sucede durante uno de los viajes apostólicos del Señor por Galilea. Así lo refiere el evangelista: “Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para esto he salido». Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y expulsando demonios.” (v. 38-39)
Aquí encontramos una afirmación casi solemne por parte de Jesús. Él – nos dice - ha venido al mundo “para esto”, es decir, para comunicar un mensaje, para predicar, para anunciar y para curar. Después de lo que dijimos la semana pasada, tenemos claro que, en Jesucristo, el anuncio se identifica con la Persona. Él es la Palabra que debe anunciar y así, el Señor se entrega a los hombres proclamando un mensaje que nos ofrece el propio San Marcos en el inicio de su Evangelio: “El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en la Buena Noticia” (v. 15)
La llamada a la conversión que Jesús hizo resonar por todos los pueblos y aldeas de Galilea es un mensaje siempre necesario, que hoy hemos de volver a escuchar. Ecclesia semper reformanda, se decía antes: la Iglesia siempre tiene necesidad de ser reformada. Todos aquellos que luchan sinceramente por la santidad saben lo difícil que es derrotar al hombre viejo que llevamos dentro y, sin embargo, no podemos rendir las armas hasta que no hayamos logrado, con la gracia de Dios, vencer en esta batalla. Así expresa San Pablo este combate de todos los tiempos: “De él aprendieron que es preciso renunciar a la vida que llevaban, despojándose del hombre viejo, que se va corrompiendo por la seducción de la concupiscencia, para renovarse en lo más íntimo de su espíritu y revestirse del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad.” (Ef 4, 22-24).
Quiero ver en las circunstancias actuales una gracia para nuestra conversión. Debo confesar que a mí todo lo que está sucediendo me ha ya hecho mucho bien. Ha sido una manera de despertar, desperezarme y practicar, entre otras virtudes, el desapego de este mundo que pasa. Toda la vida de un cristiano debería ser una continua praeparatio ad mortem, una preparación para la muerte, pero en ocasiones Dios se sirve de acontecimientos en nuestra vida o del devenir de la historia humana para ir desvastando las aristas de nuestras almas y refinarnos de cara al encuentro definitivo con Él.
En español usamos la expresión “hacer de la necesidad, virtud”. Podemos lamentar nuestra condición presente o podemos abrazar los retos que se nos presentan y ver en ellos la mano de Dios que nos va conduciendo a una mayor unión con Él.
Sobre este versículo volveremos todavía mañana, pero hoy podemos sencillamente pedir a Dios que nos convierta ahora que estamos finalizando este tiempo de Cuaresma. Que, en estos días en los que la Iglesia en todo el mundo está sufriendo, sepamos aprovechar las presentes circunstancias para ofrecer a Dios un corazón quebrantado y humillado (Sal 51, 17). Que la Palabra de Jesús, la Palabra que es Jesús, nos mueva con su gracia a comenzar, de verdad, una vida de verdadera adoración al Padre, en espíritu y verdad (Jn 4,23). Que María nos haga salir de esta purificación más aquilatados y más dispuestos a seguir a Cristo hasta el final.