TRES PALABRAS QUE LO CONTIENEN TODO
Ayer anunciamos el lema de Santa Ana, tomando tres palabras de los labios mismos de Jesús que de alguna manera resumen, sintetizan, condensan toda la Revelación, toda la espiritualidad cristiana, todo lo que podemos desear o realizar en esta vida.
Recuerdo que en una reunión inicial que tuvimos para comenzar los trabajos del nuevo plan de pastoral, se escucharon muchas ideas acerca de qué debía recoger un posible nuevo “ideario” para nuestra parroquia. Todas esas ideas eran genuinamente católicas, y cada una expresaba la sensibilidad de la persona que las proponía: para unos, debía mencionarse la finalidad apostólica y la salvación de las almas; para otros, no debía dejarse en el tintero la mención a la Virgen María; para otros, la santidad como meta de la vida cristiana y recuerdo incluso la alusión directa a ciertas virtudes que, en el mundo de hoy, son objeto de un ataque especial por parte de la mentalidad mundana.
Las palabras del Señor, “hágase tu Voluntad” expresan la plenitud de todo lo que podíamos haber dicho en el mejor ideario. Todo aquello que es bueno está encerrado en la Voluntad de Dios. Por tanto, pedir que se cumpla su Querer en el mundo y en nosotros es desear que todo aquello que fue mencionado en aquella reunión, y más que no se nos ocurrió entonces, se realice según el plan de Dios.
Es, además, la mejor manera de purificar la intención, que es la brújula de nuestra peregrinación por la tierra. “La lámpara de tu cuerpo es tu ojo: si el ojo está sano, todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si tu ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta será tu oscuridad!” (Mt 6,22-23). Santo Tomás describe la intención como el movimiento de la voluntad humana hacia su fin último, en la medida en que ese fin último no puede conseguirse de manera inmediata, sino a través de acciones intermedias.
El fin último, se decía antiguamente, es lo primero en la intención, lo último en la ejecución. Por tanto, la intención es muy importante porque nos orienta en el buen camino o, por el contrario, nos aleja de la meta de nuestra existencia.
Las palabras “Fiat Voluntas Tua”, además de contener todo lo que podemos desear, son una renovación constante de nuestra intención. Pureza de intención es querer una sola cosa, buscar no lo que nos gusta a nosotros, sino lo que agrada a Dios. No podemos querer nada mejor para nosotros o para los demás que la realización de la Voluntad de Dios. Repetir muchas veces estas 3 palabras limpia nuestro corazón de propósitos desviados. Nos sacude el egoísmo que quiere siempre decir la última palabra. Limpia el aire de nuestra alma y la llena de la luz de Dios. Nos recuerda que, en palabras de San Ireneo, “la gloria del hombre consiste en perseverar en el servicio de Dios.” Nos levanta por encima de las metas mundanas al poner nuestros ojos en el Padre celestial.
Realmente, estas palabras repetidas con frecuencia, sobrenaturalizan toda la actividad humana: si antes de cualquier obra que debamos hacer, interiormente repetimos: “Fiat Voluntas Tua”, y obramos en el convencimiento de que ésa acción se corresponde con el Querer de Dios, estaremos santificando incluso los gestos más sencillos y, en apariencia, más insignificantes.
Estas tres palabras nos recuerdan que somos criaturas llamadas a observar un diseño más alto. Nos recuerdan que la felicidad consiste en salir de nuestros intereses para hacer lo que el Señor espera de nosotros pero, sobre todo, nos recuerdan que somos hijos, y que Dios es nuestro Padre bueno, y que en esa obediencia gozosa radica nuestra libertad, nuestra dignidad y nuestro gozo.
No se puede volar más alto. Por eso, pidamos la gracia de encontrar nuestra alegría cada vez más en la Voluntad de quien nos ama hasta el extremo.