Segundo Domingo de Cuaresma (Lecturas)
marzo 13, 2022 1:00 p. m. · Jesucristo
Primera Lectura: Génesis 15, 5-12. 17-18 Segunda Lectura: Filipenses 3, 17–4, 1 Evangelio: Lucas 9, 28b-36
Primera Lectura
Gen 15, 5-12. 17-18
En
aquellos días, Dios sacó a Abram de su casa y le dijo: “Mira el cielo y
cuenta las estrellas, si puedes”. Luego añadió: “Así será tu
descendencia”.
Abram creyó lo que el Señor le decía y, por esa fe, el Señor lo tuvo por
justo. Entonces le dijo: “Yo soy el Señor, el que te sacó de Ur, ciudad
de los caldeos, para entregarte en posesión esta tierra”. Abram
replicó: “Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?” Dios le dijo:
“Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos de tres años; una
tórtola y un pichón”.
Tomó Abram aquellos animales, los partió por la mitad y puso las mitades
una enfrente de la otra, pero no partió las aves. Pronto comenzaron los
buitres a descender sobre los cadáveres y Abram los ahuyentaba.
Estando ya para ponerse el sol, Abram cayó en un profundo letargo, y un
terror intenso y misterioso se apoderó de él. Cuando se puso el sol,
hubo densa oscuridad y sucedió que un brasero humeante y una antorcha
encendida, pasaron por entre aquellos animales partidos.
De esta manera hizo el Señor, aquel día, una alianza con Abram, diciendo:
“A tus descendientes doy esta tierra,
desde el río de Egipto
hasta el gran río Éufrates’’.
Segunda Lectura
Fil 3, 17–4, 1
Hermanos:
Sean todos ustedes imitadores míos y observen la conducta de aquellos
que siguen el ejemplo que les he dado a ustedes. Porque, como muchas
veces se lo he dicho a ustedes, y ahora se lo repito llorando, hay
muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo. Esos tales acabarán
en la perdición, porque su dios es el vientre, se enorgullecen de lo
que deberían avergonzarse y sólo piensan en cosas de la tierra.
Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos que
venga nuestro Salvador, Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo
miserable en un cuerpo glorioso, semejante al suyo, en virtud del poder
que tiene para someter a su dominio todas las cosas.
Hermanos míos, a quienes tanto quiero y extraño: ustedes, hermanos míos
amadísimos, que son mi alegría y mi corona, manténganse fieles al Señor.
Evangelio
Lc 9, 28b-36
En
aquel tiempo, Jesús se hizo acompañar de Pedro, Santiago y Juan, y subió
a un monte para hacer oración. Mientras oraba, su rostro cambió de
aspecto y sus vestiduras se hicieron blancas y relampagueantes. De
pronto aparecieron conversando con él dos personajes, rodeados de
esplendor: eran Moisés y Elías. Y hablaban de la muerte que le esperaba
en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño; pero, despertándose,
vieron la gloria de Jesús y de los que estaban con él. Cuando éstos se
retiraban, Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, sería bueno que nos
quedáramos aquí y que hiciéramos tres chozas: una para ti, una para
Moisés y otra para Elías”, sin saber lo que decía.
No había terminado de hablar, cuando se formó una nube que los cubrió; y
ellos, al verse envueltos por la nube, se llenaron de miedo. De la nube
salió una voz que decía: “Éste es mi Hijo, mi escogido; escúchenlo”.
Cuando cesó la voz, se quedó Jesús solo.
Los discípulos guardaron silencio y por entonces no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.