Primer Domingo en Tiempo de Adviento - Homilía
noviembre 29, 2020 1:00 p. m. · Sergio Muñoz Fita
El Señor nos ha permitido comenzar un nuevo año litúrgico y por fin nos encontramos ya en el Adviento. Como anuncié hace una semana, vamos a celebrar todas las Misas hasta la noche de Navidad mirando el sagrario durante la Liturgia de la Eucaristía. Esta decisión ha de servirnos de recordatorio, como un signo lleno de simbolismo para todos nosotros. El significado de este cambio deliberado lo resumíamos en tres palabras: camino, conversión y expectación. Es hermoso ver cómo las lecturas de este domingo nos hablan precisamente de estos tres aspectos y, así, es como si la Palabra de Dios y la Liturgia de nuestra parroquia convergieran en una misma dirección. Permitidme decir algunas palabras de cada una de estas dimensiones.
Camino: cuando dos personas están frente a frente, no pueden caminar. Para poder avanzar, ambas han de estar orientadas en la misma dirección. Eso es lo que el sacerdote hará durante la Liturgia de la Eucaristía. ¿No es el Adviento una peregrinación espiritual? En Adviento debemos movernos: aguardamos al Señor no como aquellos que están quietos en un lugar y esperan a que alguien llegue. Debemos dejar el lugar en el que estamos para llegar allí donde Jesús va a nacer, como hicieron María y José cuando caminaron de Nazaret a Belén para que allí pudiera nacer el Hijo de Dios.
La oración colecta de la Misa ha expresado este movimiento interior cuando ha dicho: «concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene». Fijémonos que en esta oración se habla de dos caminos, de dos movimientos: uno es el nuestro que se orienta a Dios y del que nos habla el gesto del sacerdote mirando al sagrario, pero el más importante es el camino que Dios hace para ser uno de nosotros. En la primera lectura, el profeta Isaías le rogaba al Señor: «vuélvete, por amor a tus siervos, a las tribus que son tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y bajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia». San Pablo nos recordaba que debemos vivir aguardando el advenimiento de Jesucristo. En el Evangelio, por su parte, el Señor habla de un dueño que se va de viaje y que ha de regresar.
La Palabra de Dios, pues, nos invita a esperar la llegada del Señor que viene y la Liturgia nos invita a caminar, a dar pasos vitales y transformar nuestras vidas en estos días de Adviento.
Conversión: la palabra conversión presenta dos significados fundamentalmente: alejarnos de (en latín, aversio) y volvernos a (en latín, conversio). Cuando pecamos, le damos la espalda a Dios y nos orientamos hacia las criaturas de este mundo de una manera desordenada. Convertirse significa reorientarse hacia el Señor y, al mismo tiempo, darle la espalda a todo lo que pueda impedir nuestra unión con Dios. Estos dos movimientos se expresan bien en el signo del sacerdote orientado hacia el sagrario y también en la segunda lectura, en la que el profeta nos ha invitado a abandonar el pecado para ponernos en las manos del Señor: «nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas. Sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre; nosotros la arcilla y tú el alfarero. Somos hechura de tus manos».
Adviento es un tiempo de conversión, un tiempo para volvernos al Señor que viene. En el Evangelio, Jesús nos ha dicho que no sabemos cuándo volverá el dueño de la casa. «No saben a qué hora va a regresar», nos decía el Señor. Es verdad, no sabemos el día de su última venida. Sin embargo, sí sabemos cuándo viene al final de este Adviento, en Navidad. Entonces, Él intentará nacer en nuestros corazones. ¡Preparémonos desde el inicio de este tiempo litúrgico para ese día! Convirtámonos.
Finalmente, Adviento es un tiempo de expectación. Los primeros cristianos solían celebrar sus misas con los ojos puestos en el horizonte, aguardando impacientes la venida del Señor glorioso. También eso es parte del simbolismo de estar todos, también el sacerdote, mirando en la misma dirección y eso es también lo que nos recuerda la Palabra de Dios en el día de hoy: por tres veces nos dice hoy el Señor que debemos estar vigilantes, en vela, alerta. Sí, hemos de estar alerta porque nuestra salvación se acerca y hemos de anhelar su llegada. Esa expectación debe ser la gasolina que alimente el fuego de nuestra vida interior estos días de Adviento; nuestra fuerza, nuestra energía y nuestra alegría.
Camino, conversión y expectación. Recuerden estas palabras.
Que esta sea nuestra oración hoy, queridos hermanos: meditando la Palabra de Dios este domingo y ahora que iniciamos este camino espiritual, tal y como nos recuerda la celebración de la Santa Misa ad orientem, pidamos la gracia de volvernos al Señor, de dar pasos cada día hacia él y que, así, nos preparemos expectantes para la salvación que se nos regalará en el nacimiento del Niño Jesús, que viene a nosotros para hacernos verdaderos hijos de Dios.