Domingo de Ramos de la Pasión del Señor - Homilía
abril 05, 2020 7:00 a. m. · Sergio Muñoz Fita
Querida familia de Santa Ana:
Mi homilía del Domingo de Ramos suele ser una de las más breves de todo el año. Hoy más que nunca, el relato de la Pasión debe de ocupar el centro de la Liturgia de la Palabra.
Quiero invitaros a todos estos días a uniros a Cristo en su misterio de muerte y resurrección. Día a día, leed un trocito de su Pasión y entrad ahí. Entrad no solo en la escena, sino en el Corazón de Jesús que, a cada paso, ama, sufre, redime y se entrega por nosotros.
Deseo también recordaros las palabras del Señor a Santa Faustina Kowalska: “Una hora de meditación de Mi dolorosa Pasión tiene mayor mérito que un año entero de flagelaciones a sangre; la meditación de Mis dolorosas llagas es de gran provecho para ti y a Mí me da una gran alegría” (Diario, 369). Estos días, no perdáis una fuente de tanto mérito y provecho espiritual.
Esta Semana Santa será especial para todos. Única, en muchos sentidos, por la distancia con respecto al Señor en la Eucaristía. Mañana, el Evangelio de la Santa Misa será el de la unción del Señor en Betania. A través de Flocknote, mañana también quiero poner a vuestra disposición una meditación que preparamos el año pasado para las mujeres que hicieron Ejercicios Espirituales en California, organizados por Católicos en Acción. Aunque es una meditación orientada a mujeres, espero que todos puedan aprovecharse de ella.
María de Betania no pudo estar físicamente junto a Jesús en el Calvario y, sin embargo, verdaderamente estuvo con Él y consoló a Cristo en su dolor durante toda su pasión. Esta Semana Santa, vosotros tampoco podréis estar físicamente con el Señor en la comunión pero, como María de Betania, podéis estar verdaderamente unidos a Jesús y ser para Él un gran consuelo, acompañándole a cada paso del camino.
San Pablo nos ha dicho que Jesús “se vació” en la Pasión. En el Evangelio, desde la cruz, el Señor ha gritado con voz potente: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”
En estos días en los que todos nosotros nos sentimos todos un poco, o tal vez muy abandonados, encontremos consuelo en la Pasión de Jesús. Sepamos que su Corazón sintió también lo que nosotros estamos viviendo pero multiplicado muy por encima de lo que podemos imaginar. Al mismo tiempo, con María, mantengamos encendida la esperanza porque para Jesús, la cruz no fue el final y, para nosotros, estos días oscuros tampoco dirán la última palabra.
Señor, caminamos contigo. Queremos seguirte y estar a tu lado. Ayúdanos a sufrir como tú, a vivir como tú y a morir contigo. Ayúdanos a amar hasta el extremo como nos amaste tú. Porque solo muriendo contigo podremos resucitar algún día también junto a ti.
María, ayuda a todas las familias de Santa Ana estos días y a todos los que te aman. Ayúdanos a ser, con tu hijo Jesús, el grano de trigo que, muriendo, da mucho fruto. Contigo de la mano, porque sin ti nada podemos, comenzamos esta Semana Santa. Que sea, de verdad, el comienzo de una vida nueva.