
Quinto Domingo en Tiempo de Cuaresma (Lecturas)
abril 01, 2017 6:30 p. m. · Jesucristo

Primera lectura
Ez 37, 12-14
Esto dice el Señor Dios: "Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los
haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel.
Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor.
Entonces
les infundiré mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y
ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí".
Segunda lectura
Rm 8, 8-11
Hermanos: Los que viven en forma desordenada y egoísta no pueden agradar
a Dios. Pero ustedes no llevan esa clase de vida, sino una vida
conforme al Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita
verdaderamente en ustedes.
Quien no tiene el Espíritu de Cristo,
no es de Cristo. En cambio, si Cristo vive en ustedes, aunque su cuerpo
siga sujeto a la muerte a causa del pecado, su espíritu vive a causa de
la actividad salvadora de Dios.
Si el Espíritu del Padre, que
resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces el
Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a
sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Evangelio
Jn 11, 1-45
En aquel tiempo, se encontraba enfermo Lázaro, en Betania, el pueblo de
María y de su hermana Marta. María era la que una vez ungió al Señor con
perfume y le enjugó los pies con su cabellera. El enfermo era su
hermano Lázaro. Por eso las dos hermanas le mandaron decir a Jesús:
"Señor, el amigo a quien tanto quieres está enfermo".
Al oír
esto, Jesús dijo: "Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que
servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado
por ella".
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin
embargo, cuando se enteró de que Lázaro estaba enfermo, se detuvo dos
días más en el lugar en que se hallaba. Después dijo a sus discípulos:
"Vayamos otra vez a Judea". Los discípulos le dijeron: "Maestro, hace
poco que los judíos querían apedrearte, ¿y tú vas a volver allá?" Jesús
les contestó: "¿Acaso no tiene doce horas el día? El que camina de día
no tropieza, porque ve la luz de este mundo; en cambio, el que camina de
noche tropieza, porque le falta la luz".
Dijo esto y luego
añadió: "Lázaro, nuestro amigo, se ha dormido; pero yo voy ahora a
despertarlo". Entonces le dijeron sus discípulos: "Señor, si duerme, es
que va a sanar". Jesús hablaba de la muerte, pero ellos creyeron que
hablaba del sueño natural. Entonces Jesús les dijo abiertamente: "Lázaro
ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que
crean. Ahora, vamos allá". Entonces Tomás, por sobrenombre el Gemelo,
dijo a los demás discípulos: "Vayamos también nosotros, para morir con
él".
Cuando llegó Jesús, Lázaro llevaba ya cuatro días en el
sepulcro. Betania quedaba cerca de Jerusalén, como a unos dos kilómetros
y medio, y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para
consolarlas por la muerte de su hermano. Apenas oyó Marta que Jesús
llegaba, salió a su encuentro; pero María se quedó en casa. Le dijo
Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi
hermano. Pero aun ahora estoy segura de que Dios te concederá cuanto le
pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta respondió: "Ya sé
que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo
soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto,
vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees tú esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor. Creo firmemente que tú
eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo".
Después
de decir estas palabras, fue a buscar a su hermana María y le dijo en
voz baja: "Ya vino el Maestro y te llama". Al oír esto, María se levantó
en el acto y salió hacia donde estaba Jesús, porque él no había llegado
aún al pueblo, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había
encontrado. Los judíos que estaban con María en la casa, consolándola,
viendo que ella se levantaba y salía de prisa, pensaron que iba al
sepulcro para llorar allí y la siguieron.
Cuando llegó María
adonde estaba Jesús, al verlo, se echó a sus pies y le dijo: "Señor, si
hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano". Jesús, al verla
llorar y al ver llorar a los judíos que la acompañaban, se conmovió
hasta lo más hondo y preguntó: "¿Dónde lo han puesto?" Le contestaron:
"Ven, Señor, y lo verás". Jesús se puso a llorar y los judíos
comentaban: "De veras ¡cuánto lo amaba!" Algunos decían: "¿No podía
éste, que abrió los ojos al ciego de nacimiento, hacer que Lázaro no
muriera?"
Jesús, profundamente conmovido todavía, se detuvo ante
el sepulcro, que era una cueva, sellada con una losa. Entonces dijo
Jesús: "Quiten la losa". Pero Marta, la hermana del que había muerto, le
replicó: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días". Le dijo
Jesús: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?" Entonces
quitaron la piedra.
Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo:
"Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo ya sabía que tú
siempre me escuchas; pero lo he dicho a causa de esta muchedumbre que me
rodea, para que crean que tú me has enviado". Luego gritó con voz
potente: "¡Lázaro, sal de allí!" Y salió el muerto, atados con vendas
las manos y los pies, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
"Desátenlo, para que pueda andar".
Muchos de los judíos que habían ido a casa de Marta y María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.