Sexto domingo en el tiempo de Pascua - Homilía
mayo 17, 2020 1:00 p. m. · Sergio Muñoz Fita
“Hubo gran alegría en aquella ciudad.” Estas palabras de la primera lectura expresan bien los sentimientos que muchos experimentamos hoy al ver que vuelven a abrirse las puertas que nunca, en mi opinión, se debieron haber cerrado.
Si la Iglesia es verdaderamente una familia, entonces a la gente no se la puede dejar fuera del templo. ¿Quién deja en la calle a sus hijos cuando llaman a la puerta y piden entrar? En el cuarto Evangelio, Jesús mismo exclama: “el esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre.”(Jn 8,35) Por tanto, rezo para que estos hijos que hoy regresan, permanezcan para siempre en esta casa que es la suya también, la casa de su Padre y la casa de su Madre, que es la Iglesia.
El Evangelio hoy recoge esta misma idea de permanencia cuando el Señor dice que Él nos enviará otro Paráclito “que siempre esté con vosotros.” El Espíritu de la Verdad “habita entre vosotros y está en vosotros.”
Como estas homilías en tiempo de pandemia deben ser más breves de lo normal, yo les invito a que mediten en las Palabras del Señor este domingo porque son muy consoladoras. No estamos solos en las pruebas de esta vida: Dios está con nosotros. El versículo antes del Evangelio nos ha repetido las palabras mismas del Señor: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a Él.”Es lo que hemos conocido siempre como el misterio de la “inhabitación de la Santísima Trinidad” en el alma del justo. Es el regalo más grande de un cristiano: tener a Dios, verdaderamente y no figuradamente o poéticamente, en el corazón.
Ayer viernes celebrábamos la fiesta de San Isidro Labrador, un sencillo santo español de la Edad Media que fue agricultor. Cuentan que cuando San Isidro llegaba a su casa, lo primero que hacía era besar el pecho de su hijo pequeño porque él sabía que, desde el día de su bautismo, ahí dentro vivía realmente el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo. ¡Qué misterio más maravilloso!
El Evangelio de hoy es una página que suelo utilizar en mi oración personal con frecuencia, especialmente el versículo en el que el Señor dice: “aquel día entenderéis que yo estoy en el Padre, vosotros en mí y yo en vosotros.”
Sí: Cristo está en nosotros. Cuando en el Padrenuestro decimos: “Padre nuestro que estás en el cielo”, os animo a pensar que ese cielo somos nosotros, que la Trinidad no está muy lejos sino en lo profundo del corazón que está en gracia de Dios. Si hemos perdido esa presencia por la comisión de algún pecado mortal, recuperemos ese don en el Sacramento de la Penitencia y vivamos siempre con la conciencia muy viva de que Jesús está en el Padre, nosotros en Él y Él dentro de nosotros.
Permítanme que finalice con el comentario que San Juan Eudes hace a estas palabras de Jesús. Dice así este gran santo francés: “Yo soy la Vida y he venido para que tengáis vida. Yo vivo y vosotros vivís. Aquel día sabréis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros. Es decir: como yo estoy en mi Padre, viviendo de la vida de mi Padre que me la comunica, también vosotros vivís de mi vida y yo estoy en vosotros, comunicándoos esa misma vida, y así yo vivo en vosotros y vosotros vivís conmigo y en mí.”
En este día alegre por el retorno de los hijos a la casa de su Padre, pidamos a Dios vivir cada vez más hacia adentro, poniendo toda nuestra atención en esa presencia escondida de la Trinidad en nosotros y encontrando en ella la luz, la fuerza y alegría que todos necesitamos. En esta época en la que tanto se está hablando de “distancia”, que la CERCANÍA de Dios a nosotros nos ayude a entender el verdadero lenguaje del amor cristiano.